¿Cuántas veces nos hemos quedado pasmados ante la alegre y simpática expresión de un niño?
Una alegría que no es sinónimo de “animal sano”, si no que debe estar respaldada por el optimismo y la esperanza, acompañada de saber por qué hacemos las cosas y sus consecuencias.

Hace pocas semanas, Perico Delgado nos dejó una interesante reflexión: “Estamos enseñando a ganar, cuando deberíamos enseñar a perder. Porque, sencillamente, ocurre más veces…” una frase que es un hecho, una realidad. Ante estas situaciones debemos procurar que los jóvenes deportistas, nosotros mismos, vivamos alegres, sonrientes, con resistencia a la frustración, sabiendo asumir las contrariedades.

Hemos de ser personas que no se desaniman, sino que recomenzamos siempre, porque conocemos el objetivo y no nos dejamos llevar sólo por el instinto y el sentimiento, utilizamos también la cabeza. Aprovecho para dejarte el link de un breve post que escribí hace tiempo sobre: #QuererGanarSaberPerder

Como responsables de una entidad o de un equipo, seamos entrenadores, delegados o bien como padres, es indispensable transmitir una cierta preocupación por alegrar la vida a los que nos rodean, con capacidad para fijarse en lo positivo, de valorar las cosas buenas de los demás, procurando que también ellos sean responsables de la buena convivencia entre los distintos jugadores del equipo, viviendo un ambiente de alegría, servicio, respeto y colaboración.

Como formadores, debemos exigir, pero procurando que el Club sea un lugar de descanso, de alegría, un lugar dónde se lo pasen muy bien. Un lugar en el que valoren la exigencia porque saben, se lo hemos dicho, que esa exigencia tiene un objetivo, un fin. Un fin que no sólo pasa por el éxito deportivo, y menos en deporte base.

No podemos olvidar, la experiencia bien nos lo demuestra, que la alegría no es sinónimo de fiesta, de payaso, de golazo por la escuadra o bien de encajar una serie de varios triples. Es una virtud, un valor vivido y constante de la persona. Es decir, un valor que exige esfuerzo para conseguirlo.

Por eso hemos de sentirnos alegres por todo lo bueno que nos rodea: nuestra familia, la salud, poder hacer deporte, competir, tener amigos, tener estudios, disfrutar de un hogar…

Para terminar un par de ideas:

1.- Entrenar más el ser, que el tener. Es más importante tener amigos que tener muchas cosas y disfrutarlas en soledad.

2.- Al finalizar el día, detente unos segundos y haz un breve repaso de cómo ha ido el día. Nos daremos cuenta de todo lo bueno que hemos recibido, quizá habrá que dar las gracias por cantidad de detalles. Ver qué cosas no hemos hecho bien y pedir perdón a las personas afectadas, y, por último, hacer un propósito de mejora.

Alex Porqueras – @aporqueras